HOLA

En próximos días, la publicación de la reseña crítica de la más reciente adaptación cinematográfica, "Harry Potter and the Half-blood Prince", estrenada mundialmente la semana pasada.

LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE

""¿Están seguros de que ya lo pensaron bien?", Harry insistió.
"A ver", dijo Hermione con un gesto agresivo. "He estado empacando por días para que estemos listos para salir en cualquier momento, lo cual, para tu información, ha incluido hacer algo de magia verdaderamente difícil... También modifiqué la memoria de mis padres, de manera que están convencidos de que en realidad se llaman Wendell y Mónica Wilkinson y que la ambición de sus vidas es mudarse a Australia... ¿tú qué crees?"".*
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EL LIBRO

Se ve tan lejano el día en que Harry Potter y nosotros nos enteramos que era un mago y nos hechizó con su enorme encanto, su valor y su inteligencia. Él, apenas un niño que se creía condenado a una vida de maltratos e infelicidad; nosotros… bueno, cada quien podrá recordarse en circunstancias, seguramente, tan distintas a las actuales, tal como las de Potter, aunque ninguno hayamos sido hasta ahora perseguidos por un asesino autoritario.

Pero al mismo tiempo... ¿cómo es posible que tan sólo hayan pasado siete años? ¿en qué momento Harry pasa de transformar cerillos en agujas a ahuyentar dementores y atacar mortífagos? Correré el riesgo de caer -o ya caí- en lugares comunes como el “si parece que fue ayer”, pero es que después de crecer con Harry Potter sin darse cuenta, uno se siente como abuelita diciendo “cómo ha crecido el niño” y entiende la nostalgia por haber compartido tantas cosas, desde que lo acompañamos nerviosos al Callejón Diagon por primera vez hasta que lloramos con él, extrañando presencias.

Y es que, a estas alturas, parece que las preocupaciones ya no sólo se centran en lo que va a pasar al final, sino también en qué va a pasar después. Joanne Rowling nos convidó un poco de su mundo mágico, nos dejó imaginar (tan difícil ahora), nos hizo esperar, nos permitió ilusionarnos, nos regaló carcajadas, berridos, temblores... Sí, nos regaló. El papel, las pastas, los forros, los diseños, las tintas, hasta las palabras se pueden vender... las emociones no, ésas se regalan. Gracias.

Mucho se ha especulado sobre el final de la serie. Millones de copias pre-vendidas en todo el mundo parecen obligar a Rowling a un desenlace que satisfaga una amplísima diversidad de gustos, posibilidad que desde ahora debemos descartar.

Que Harry se muera o no, que ande con Hermione o con Ron, que Snape sea bueno o malo, que Hogwarts se reabra o no, que el calamar gigante mantenga relaciones secretas con la Señora Norris... mucho se ha dicho que un final feliz sería una salida fácil, aunque muchos también esperan el típico final telenovelesco.

Aunque esta presión podría orientar el rumbo de la historia para complacer a la mayoría –o para lo contrario (ya no puede ser lo mismo que escribir hace diez años)-, la confianza y la admiración que la autora se ha ganado es equivalente al cariño por el personaje que la hizo famosa.

El tratamiento congruente y el desarrollo lógico de los sucesos –que es lo más importante- nunca ha faltado en su literatura. Pero además, ya es sabido que el capítulo final está escrito desde hace tiempo, lo cual es absolutamente creíble; tal vez desde antes de empezar a escribir el primer capítulo de la primer novela.

J. K. estrechó los límites tradicionales de la bondad y la maldad, desmitificó –y así naturalizó- al amor y al odio, trascendió las barreras impuestas de los géneros literarios... la felicidad no tiene que ser Harry con siete hijos y como director de Hogwarts, y Harry muriendo trágicamente a manos de Lord Voldemort puede ser tan vulgar como lo otro.

Es la manera de completar el ciclo (no necesariamente culminar) lo que definirá la calidad de esta obra, y la que haya decidido no deberá ser medida en términos de correcta o incorrecta, sino de buena o mala, independientemente de los deseos personales (para lo cual, cada quien puede escribir su libro).

Aún así cuesta imaginar cómo se resolverán los conflictos que parecer haberse agolpado todos en un momento (más bien, sólo tomaron forma), junto con todas las complicaciones.

Con tantos círculos que están cerrándose, comentar sobre la trama sin develar ningún secreto pasado o actual es complicado, así que sólo digamos que ahora que Harry se encuentra totalmente vulnerable –después de que los hechizos para su protección se rompieran-, él, Ron y Hermione están preparando el plan para cumplir la misión encargada por Dumbledore, y que en cualquier momento deberán comenzar, mientras intentan conservarse vivos, con la ayuda de algunos objetos a primera vista inútiles, que él mismo les dio: un encendedor, un libro de cuentos de hadas y una snitch dorada.

El entorno sociopolítico está en inestabilidad absoluta, por lo que, para variar, con el Ministerio no se puede contar, el autoritarismo y el fascismo del sistema gubernamental se radicalizan todavía más, llegando a métodos y prácticas en extremo humillantes y crueles; las enemistades añejas entre las criaturas mágicas se acentúan, tensando más el ambiente, y ya ni siquiera Hogwarts puede considerarse territorio seguro, no se diga las calles y los sitios públicos, donde incluso se ha impuesto toque de queda.

No parece momento para ponerse a leer “El cuento de los tres hermanos” y platicar de banalidades con el señor Lovegood... ¿o sí?

Si “El príncipe mestizo” fue “el libro de Tom Ryddle”, “Las Reliquias de la Muerte” es el de Albus Dumbledore. Creo que a nadie –ni siquiera a Harry- se le ocurrió alguna vez que el director de Hogwarts fue también un joven mago con ambiciones y debilidades. Hace tantos años de ser ya “el mago más grande de todos los tiempos” hacen un poco difícil imaginarlo.

Pero 3650 días de esperar crean expectativas altas y estrictas, y a pesar de que la narrativa conserva la creación impecable de costumbre, “Harry Potter and the deathly hallows” no se acerca a ser el mejor libro de los siete.

Con un ritmo desequilibrado, varias inconsistencias históricas, muchas ausencias y una simpleza emotiva –comparada con la de tomos anteriores-, que parece haberse cambiado por un tono más serio y bélico, esta última parte de la serie tiene el comienzo más emocionante de cualquiera, abordando directos los últimos sucesos ocurridos en “El príncipe mestizo” (dada la situación, las introducciones ya no vienen al caso), aunque el halo misterioso de siempre se sigue conservando hasta el final, pero los ataques y las muertes no esperan a las últimas páginas para aparecer.

Conforme avanza la historia, se estanca en acciones sin soluciones, por más que los personajes hagan, lo que lleva al extremo su resistencia, la frustración agrava sus defectos y pone a prueba sus relaciones, junto con nuestra paciencia, pues la desesperación que primero se comparte con ellos se vuelve propia, porque las situaciones empiezan a volverse alargadas y repetidas.

Después, como es obvio, el paso se fuerza para terminar en el tiempo relativo y el número de hojas planeado (o eso parece), dejando la sensación de un final acelerado y una historia cortada e incompleta, en la que la falta de explicaciones coherentes, que siempre fueron uno de los puntos fuertes de las novelas, dejan muchos hechos sueltos que debemos adivinar o imaginar.

La inclusión de un epílogo que cuenta lo sucedido diecinueve años después sólo se justifica para tener la oportunidad de conocer todo aquello que por razones de espacio o continuidad no pudo ser revelado en su momento, y no como pretexto para dar una conclusión ñoña e innecesaria que no aporta nada nuevo ni interesante y sí merma mucho la calidad mantenida durante los seis volúmenes anteriores.

La crónica de la batalla final, tan esperada por ser el momento en el que convergería cada palabra de las novelas y se saldarían muchas cuentas pendientes, deja mucho que desear a quienes imaginaban enfrentamientos dignos de estrategas inteligentes y organizados que pretenden defender su –acertada o no- posición ideológica.

De la misma manera, el evento que provocó que la vida de cientos de personas y criaturas confluyeran así –el asesinato de James y Lily Potter-, resulta más simple de lo que hubiéramos pensado.

Aún cuando es, posiblemente, el más flojo de todos y no cumple en su totalidad con la función de final, no es, de ninguna manera, un libro malo, sólo un poco decepcionante, si hacemos la ineludible comparación con los otros, pero la habilidad de mantener el suspenso durante toda una situación extendida y estática, la perfecta y cuidada descripción de personas, lugares, ocurrencias y sentimientos, y sobre todo, la revelación de los secretos que faltaban para completar el perfil de la historia y los personajes, son elementos altamente considerables de una escritora que se atrevió a mezclar la literatura con la divulgación, los sentimientos con la denuncia y el entretenimiento con la inteligencia.

LA PELÍCULA

Estreno mundial de la adaptación cinematográfica, dividida en dos partes, planeado para el 19 de noviembre de 2010 y el 15 de julio de 2011.
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* Traducción por el administrador del sitio.

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